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Santo Sepulcro

El 20 de marzo de 1694, el capitán don Gabriel de Unsain, logroñés residente en Sevilla, agradecido por haber regresado de sus campañas por Nueva España, donó a la Colegial Iglesia de Santa María de la Redonda un impresionante presente en el que destacaba una impresionante urna sepulcral. Acompañaban el legado una imagen articulada (como aparece en el texto de la donación) “del Santo Cuerpo de Jesús Crucificado de cuerpo entero y otra de la Santísima Madre de la Soledad con movimientos y tornillos en los brazos”, así como “una hechura de la Santa Cruz y tornillos necesarios para poner en forma de crucificado el soberano cuerpo de Jesús (…) y también dos escaleras que sirvan para el descendimiento y un tablado para que más cómodamente se ajuste”.


En las partes lisas de los cuatro laterales, aparecen sendas plaquitas en las que se puede leer: “DIÓLO Y DÓTOLO EL CAPITAN DON GABRIEL DE UNSAIN – REGIDOR PERPETUO DE ESTA CIUDAD – FAMILIAR DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN ”


El capitán fundó su donación en “la particular devoción que ha tenido y tiene el donante en contemplar los dolorosos misterios de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y, en especial el de su sepultura”. Cuatro años después falleció el donante, siendo nombrado en 1960 Hermano Mayor Perpetuo de la Hermandad de la Pasión y del Santo Entierro.


Según se establecía en el texto de la donación el Jueves Santo se debería montar el tablado en el cual se situaría una gran cruz enhiesta con la imagen de Cristo crucificado, y a sus pies la imagen de La Soledad, quedando de esta forma hasta la tarde del Viernes Santo, momento en que se procedería a la función del Descendimiento de la Cruz, seguido del Santo Entierro de Cristo con la imagen depositada en la urna. Aunque por la escritura el cabildo se obligaba a celebrar este rito perpetuamente, se dejó de celebrar hace ya más de un siglo y medio.


Ruperto Gómez de Segura en su libro “Las Parroquias de Logroño” de 1941 nos dice:
“Es una caja prismática rectangular de madera rica y chapeada de concha en las superficies planas, con molduras negras y aplicaciones de bronce flanqueada en las aristas verticales por columnillas salomónicas de capitel corintio en bronce y terminadas en pedestalitos para jarritas con flores de plata. En estos remates encaja la tapa de forma tumbada y todo el conjunto está cerrado por cristalería fina. La escultura de Cristo muerto es de las buenas de su tiempo por su modelado y pintura de encarnación. Todo es notable de proporción, buen gusto y riqueza”


Hasta 1941 era procesionado por ocho personas hasta que ese año, en los talleres de Martínez y Ruanes, se hicieron unas andas diseñadas para dieciséis portadores, que fueron utilizadas hasta 1955. Las actuales se estrenaron en 1956, pensadas para cuarenta y ocho hermanos. En 2007 terminó el largo proceso de restauración al que se sometió al conjunto de imagen y urna.

En el mediodía del Miércoles Santo se produce un hecho sobrecogedor en torno a la imagen del Cristo. Es el único momento en el año en que sale de su urna, con el fin de ser limpiado. El acto congrega a cientos de logroñeses en la Capilla de los Ángeles de la Concatedral que no sólo ven la limpieza, sino que se agolpan por tocar y “bendecir” todo tipo de objetos (desde llaves, pañuelos, apuntes, medallas, niños…) pasándolos sobre la talla.


Una vez limpiado con la tradicional agua de romero vuelve a su sepulcro a esperar a que comience la procesión a la que dio origen hace ya más de trescientos años: la Procesión del Santo Entierro.

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